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Nuestra orientación y metodología

 

Para conseguir una Terapia de calidad y efectividad que alcance el objetivo propuesto, nuestra orientación es integradora, recogiendo técnicas de tratamiento psicológico desde diferentes corrientes, como son la cognitivo-conductual, la humanista, Gestalt y la psicología positiva. No obstante, en general utilizamos más el enfoque cognitivo-conductual, que es una forma de tratamiento psicológico eficaz, rápido y avalado por estudios científicos. Este tipo de terapia suele ser breve y orientada a cambios concretos, que se irán materializando a lo largo de la terapia.

¿Qué es la terapia cognitivo-conductual?

La terapia cognitivo-conductual se centra en los principios del aprendizaje y en como las personas organizan sus cogniciones y las interpretan. El término “cognitivo” significa relativo al conocimiento y engloba pensamientos racionales, pensamientos automáticos, creencias y esquemas cognitivos o hábitos mentales. El término “conductual” se refiere a las conductas que derivan de las emociones y cogniciones. La manera en que nos percibimos a nosotros mismos, a los demás, los acontecimientos que nos ocurren y el mundo que nos rodea, así como las interpretaciones que vamos extrayendo de todo ello, determinan en gran medida nuestro comportamiento y nuestros sentimientos. El origen de los trastornos psicológicos está en el uso de mecanismos adaptativos inadecuados debido a un aprendizaje erróneo y a una percepción e interpretación distorsionada de la realidad.

Desde este enfoque, para resolver un problema, hay que modificar determinadas conductas, considerando en un sentido amplio como tales, los pensamientos, sentimientos y emociones. La terapia comienza con el análisis del problema, sus antecedentes, sus consecuencias y los factores que lo mantienen. Luego se establecen de forma clara y precisa los objetivos terapéuticos y se diseña un tratamiento paso a paso para alcanzarlos que permitirá ir comprobando los progresos obtenidos.

La terapia cognitivo-conductual es la modalidad psicoterapéutica que cuenta con mayor apoyo empírico, siendo reconocida su eficacia en una amplia variedad de trastornos. Sus principales características son las siguientes:
Su brevedad (una media de 12 sesiones).
Está centrada en el presente, en el problema y su solución.
La relación terapeuta-cliente es de colaboración y el enfoque es didáctico.
La importancia de las tareas de auto-ayuda a realizar entre sesiones.
El carácter preventivo de futuros trastornos.


El tratamiento  se desarrolla en 3 fases:

1. Fase de evaluación: Se recogerá la información necesaria para comprender el problema del cliente. Esta información será complementada con auto-registros y cuestionarios para poder diseñar el tratamiento más adecuado al caso. Se entrena al cliente para ser un buen auto-observador y ser capaz de registrar esas observaciones. Esto permite definir y delimitar el problema, así como los aspectos que lo están manteniendo en el momento actual. De esta forma el cliente aprende a darse cuenta de en qué situaciones ocurre el problema y qué pensamientos y sentimientos lo preceden, acompañan y siguen.

Una vez estudiada toda la información recogida se realiza el análisis funcional del problema y se informa al cliente ofreciéndole una explicación que le permita la comprensión de sus conductas problemáticas.

2. Fase de tratamiento: Una vez que han sido acordados los objetivos terapéuticos se informa de las técnicas que se usarán para conseguirlos y se comienza a aplicar el tratamiento que se ha diseñado. El cliente tiene un papel activo y trabajará en equipo con el terapeuta sabiendo en todo momento que harán, cómo y para qué.

Las terapias cognitivo-conductuales funcionan haciendo que el cliente se involucre en experiencias terapéuticas cuyas consecuencias son incompatibles con sus expectativas previas. Cuando estas experiencias ocurren en repetidas ocasiones proporcionan la base para el cambio de la cognición y la conducta, permitiendo al cliente deshacerse de sentimientos perturbadores y promover pensamientos y conductas adecuadas.

3. Fase de seguimiento: En ella las sesiones se van espaciando. Se han producido los cambios deseados y ahora es necesario mantenerlos de manera que el cliente sea capaz de usar los nuevos recursos y herramientas psicológicas en su vida cotidiana sin la ayuda del terapeuta. Se trata de aumentar la capacidad de la persona para detectar situaciones problemáticas y enfrentarse adecuadamente a ellas, reconocer y controlar síntomas e impulsos, predecir las consecuencias de su conducta y en definitiva disminuir las probabilidades de recaída. Para controlar que este proceso se desarrolla de la forma adecuada se pueden programar sesiones de seguimiento a 1, 3 y 6 meses de finalizado el tratamiento.

 

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